Ayer se cumplieron 15 años de la trágica riada que asoló parte de Badajoz. Como pasa el tiempo. A veces lo pienso y asusta. Tengo muy fresco el recuerdo del día siguiente, 6 de noviembre. Esa mañana me encaminé, como tantas otras, a la facultad. Por aquel entonces, Biblioteconomía ocupaba parte de las instalaciones de los antiguos Hogares, pasando la autopista. En la Avenida de Colón eran visibles las huellas de la tormenta. Varias ramas de distinto tamaño poblaban las aceras. A esa hora ya era consciente de lo que había pasado y de que había varios muertos. Lo había escuchado en la Ser, en el programa de Iñaki Gabilondo.
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Durante la mañana llegó un e-mail a “alumnos” del decano, Carlos Castro. Se pedían voluntarios para ir a ayudar. Había que presentarse en la oficina del Plan Urban, en la calle San Juan. Mi amigo Pablo y yo no nos lo pensamos dos veces. Pasamos por mí casa y luego por la suya y nos encaminamos a San Juan convenientemente equipados (ropa vieja, botas de agua...). Cuando llegamos nos dieron algo de material (esportones, palas, cepillos, etc.) y nos subieron a 3 o 4 en un todoterreno que nos llevó a la zona cero: el Cerro de Reyes.
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Cuando llegamos, la imagen era dantesca. Barro, barro, y más barro. Y mucha gente curioseando, pero ni rastro del ejército, que llego sobre el mediodía. Inmediatamente y sin mucha coordinación nos pusimos a limpiar dentro de las casas. Fue penoso ver a la gente destrozada. Muchos lo habían perdido todo. A la hora de comer el ejército estaba sobre el terreno y nos trajeron comida de una cadena de comida rápida. Estuvimos allí hasta que oscureció. Me entrevistaron para Informe Semanal, pero cuando se emitió el programa habían cortado “mí cacho”, jejeje. ¿Qué raro, no? Como no podía ser de otra manera, metí caña sobre el caos y desorden reinante en aquellas primeras horas.
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Al volver a casa, la camiseta que llevaba, blanca, de propaganda de Bacardí, directamente fue a la basura porque se había tornado marrón... Tras darme una ducha hablé con mi amigo Álvaro y nos fuimos, creo recordar que con su padre y con Loli, al Perpetuo Socorro a echar una mano. Al llegar allí había muchísima gente que había ido a ofrecerse como voluntarios y a donar ropa, alimentos... Nos mandaron a una habitación que estaba llena de cientos de pares de zapatos que la gente había donado. Estuvimos ordenando zapatos hasta no sé qué hora.
Llegué a mi casa muy cansado, pero satisfecho de haber hecho todo lo que pude, de haber arrimado el hombro. Ese día, cuando se conoció la magnitud de la tragedia, los ciudadanos de Badajoz se volcaron. Es justo decirlo. Es una de las pocas veces en las que me he sentido orgulloso de mis paisanos.
4 comentarios:
Gente solidaria, si señor.
Yo recuerdo estar estudiando en Sevilla y pasar un dia bastante malo. en cuanto pude cogí un autobús, me puse las botas de goma y de voluntario a limpiar casas y objetos de valor. Entre objetos y barro, por desgracia, aparecían personas.
La verdad es que es raro. España debe ser de los países en los que más nos rajamos entre nosotros, pero a la hora de la verdad, creo que también es de los países que más arrima el hombro cuando se necesita. El Prestige, Lorca, las riadas de Badajoz... hay muchos ejemplos de eso. Aquí el pueblo siempre ha sabido estar a la altura de las circunstancias, lo que no se puede decir de la administración. Una nueva versión del antiguo "Qué buen vasallo, si tuviera buen señor", vaya... y me callo, que se me está empezando a poner cara de Pérez-Reverte. Un abrazo, tío!
Anónimo: Nosotros, gracias a Dios, no encontramos a ninguna persona.
Falcol: Totalmente de acuerdo amigo! Me alegra verte de vuelta por estas mís tierras, jeje. Un abrazo!!
Aún recuerdo esa noche cuando me llamaste para contarme lo acontecido... Tristemente, resulta tremedo lo sucedido en Badajoz durante aquellas largas horas.
Desde la distancia, la tragedia se divisaba de una manera quizás muy de impotencia por no poder hacer nada.
Efectivamente, la respuesta de la ciudad es algo q nunca se podrá olvidar.
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